En los últimos días ha sido tema de debate la controversial artista de música urbana Tokischa Altagracia Peralta, no sólo por el hecho de haberse fotografiado semidesnuda en un santuario de la virgen de la Altagracia en la vega, sino por las múltiples canciones con letras explícitas que han logrado calar en el gusto popular, a pesar de que ha muchos les cuesta reconocérselo.
Tokischa no es más que la hija de un embarazo social, el espejo de decenas de jóvenes de nuestros sectores populares que cada vez que escuchan una canción de la celebre artista, sienten en la voz de la intérprete una descripción de sus vidas de manera magistral.
No nos llamemos engaño, si hoy Tokischa hace ese tipo de música es precisamente porqué hoy en día eso es lo que vende, y es lo que se vive en la mayoría de barrios de nuestra amada Quisqueya.
Antes de señalar esa joven con el dedo acusador, deberíamos evaluarnos todos como sociedad, descender a los barrios y escuchar la música que a diario consumen nuestros compaisanos para darnos cuenta que ellos solo son el reflejo de sus sectores.
Tome usted lector 10 minutos de su tiempo, vaya y vea el número de reproducciones de un artista con “letras limpias” y se dará cuenta que más views coge Don Miguelo en una transmisión en vivo de mujeres mostrándose como Dios las trajo al mundo, que un joven con una canción limpia que la publicó en YouTube hace más de un año.
El problema no es Tokischa, el problema es nuestra hipócrita sociedad.